domingo, febrero 05, 2006

Munich

La película de Steven Spielberg duele a los descendientes de Hertz. Los que tenemos memoria histórica comprendemos el dolor y la rabia que suele engendrar el terror. Pero para ganar las batallas, como lo hacía Isaac Rabin debemos recordar esas bellas palabras citadas al final de la manifestación de Tel Aviv el 4 de noviembre de 1995:
Este Gobierno, que tengo el privilegio de encabezar junto con mi amigo Simón Peres, decidió darle una oportunidad a la paz, una paz que solucionará casi todos los problemas de Israel. Fui militar durante 27 años. Luché cuando la paz no tenía posibilidades. Creo que ahora las tiene, y muchas. Debemos aprovechar esto en nombre de todos los que están aquí presentes, y en nombre de los que no están aquí, que son muchos.
Siempre creí que ¡a mayoría de la gente quiere la paz y está dispuesta a asumir riesgos por la paz. Con vuestra presencia habéis demostrado, junto con muchos otros que no vinieron, que el pueblo realmente desea la paz y se opone a la violencia. La violencia erosiona los cimientos de la democracia israelí, la violencia debe ser censurada y aislada. Ese no es el camino del Estado de Israel. En una democracia puede haber diferencias, pero la decisión final debe tomarse en elecciones democráticas, como en las elecciones de 1992, que nos otorgó un mandato para hacer lo que estamos haciendo. Y seguiremos así.
Los extremismos de ambos mundos luchan por hacer imposible la paz y Rabin murió asesinado cobardemente por quien no fue capaz de luchar en una guerra. En ese terreno no hay más salida que el polvo de las batallas o el Mar Mediterráneo. Tan triste como cierto.

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