sábado, enero 27, 2007

Torticolis



Decía un observador extranjero que a los españoles les obsesionaba su pasado. Todos, en sus patronímicos, en sus apellidos ... todo tiene que sonar a orígenes, a pasado, a culto a los kamis. Ese rancio pasado aristocrático, herencia del mundo sagrado de la sangre (versión oriental) o de los patricios grecoromanos (versión de los tiranos de occidente), trataba de justificar el parasitismo de los dirigentes de la Iberia. Ese fondo, que a nadie importa en el mundo actual, por su marginalidad, tiene su reconstrucción cultural en esa izquierda que le atormenta el pasado oscuro de la Iberia y que trata de mitificarlo en 17 versiones de pequeñas patrias que reproducen fielmente el país de lo que el viento se llevó.
Y entre reconstrucción y deconstrucción, cual si de surealismo se tratara o en el mejor de los casos como si habitáremos en el mundo de la cocina de Ferrán Adriá, a nadie le parece importar el presente y los problemas reales de las clases no ociosas, que al parecer nada pintamos en este realengo hispano. Y la Rex Pública sigue sin hablar de nuestros problemas y del estado de progreso de un país que ha sido secuestrado por los mitos, por las leyendas y por la banda de constructores de edificios en la tierra del sol, la charanga y pandereta, de frascuelo y de María. Y en eso ni los radicales vascos se escapan. Quizás incluso, los que menos.