viernes, agosto 31, 2007

La reduccion de la Bioesfera

En España anduvimos muchos años al margen de Europa que instaba a reservar la palabra "Bio" para los productos Biológicos, Ecológicos u Orgánicos. Las grandes empresas alimentarias españolas no hicieron caso de tal recomendación y una sentencia del Tribunal Europeo terminó de poner las cosas en sus sitio. Las grandes empresas de la alimentación que tienen secuestrado el sacrosanto Ministerio de Agricultura, han debido reconvertir su etiquetado y prescindir de una palabra que se reserva para unas prácticas agroganaderas ajenas a la creciente contaminación de nuestros territorios, nuestras aguas y medio ambiente.
Pero la palabra Bio debe tambien ir unida a la oposición de las prácticas estandarizadoras de estos últimos años que han enviado a miles de especies y variedades vegetales y animales al museo de los bancos de genes.
La veterana empresa norteamericana Monsanto, tristemente conocida por la utilización aniquiladora del agente naranja (defoliante) en la guerra del Vietnam se coloca, con la transgenia extrema, al frente de quienes intentan estandarizar la vida, tratando de privatizar no sólo cuanto rodea al ser humano, sino a la vida misma. La patente y registro de mapas y secuencias genéticas es una práctica creciente y aberrante que apenas encuentra oposición en los países avanzados. La reducción de la Bioesfera y posterior apropiación indebida es opuesta a cualquier espíritu de libertad, de democracia y de independencia humana. Aniquilator viene de anihilator o visión nihilista de la vida, que necesita de esos superhombres o supercompañías para mantener la vida en pie. Y los nacionalsocialistas ya nos dieron su visión nihilista, a la que trataron de oponerse personas como el Dr. Negrin y su alumno Severo Ochoa, que siguen sin ser comprendidos en este país monárquico de babia. Un país de babia y baboso que, entre otras cosas lidera la producción en Europa de cultivos transgénicos. Con la aquiescencia del sacrosanto (o Monsanto) Ministerio de Agricultura.

sábado, enero 27, 2007

Torticolis



Decía un observador extranjero que a los españoles les obsesionaba su pasado. Todos, en sus patronímicos, en sus apellidos ... todo tiene que sonar a orígenes, a pasado, a culto a los kamis. Ese rancio pasado aristocrático, herencia del mundo sagrado de la sangre (versión oriental) o de los patricios grecoromanos (versión de los tiranos de occidente), trataba de justificar el parasitismo de los dirigentes de la Iberia. Ese fondo, que a nadie importa en el mundo actual, por su marginalidad, tiene su reconstrucción cultural en esa izquierda que le atormenta el pasado oscuro de la Iberia y que trata de mitificarlo en 17 versiones de pequeñas patrias que reproducen fielmente el país de lo que el viento se llevó.
Y entre reconstrucción y deconstrucción, cual si de surealismo se tratara o en el mejor de los casos como si habitáremos en el mundo de la cocina de Ferrán Adriá, a nadie le parece importar el presente y los problemas reales de las clases no ociosas, que al parecer nada pintamos en este realengo hispano. Y la Rex Pública sigue sin hablar de nuestros problemas y del estado de progreso de un país que ha sido secuestrado por los mitos, por las leyendas y por la banda de constructores de edificios en la tierra del sol, la charanga y pandereta, de frascuelo y de María. Y en eso ni los radicales vascos se escapan. Quizás incluso, los que menos.