La nueva Rusia es la vieja Rusia |
Los ministros de asuntos exteriores de China, Rusia e Irán han reclamado de forma conjunta y por separado un Nuevo Orden Mundial. El fundamentalismo WASP (White, AngloSaxon Protestant) que emergió en la década de los 70 ha tomado según estos países, carta de naturaleza peligrosa para el futuro de la supervivencia humana. Son los países de naturaleza arcaica, con unas clases dirigentes que han copiado de los EEUU su naturaleza belicosa, similar a las fuentes conservadoras norteamericanas, los que ahora reclaman la necesidad de poner fin a la existencia de la oleada neoliberal financiera. Son conscientes de la imposibilidad de coexistir con una paz euroasiática estable, sometida a continuas tensiones en torno a las fuentes de materias primas de la zona y la reiterada crisis financiera actual. Surge así el conflicto en las mismas puertas de Europa y mientras en la Ucrania del Oeste se despliegan las banderas nazis, en la Ucrania del Este afloran las de la llamada nueva Rusia, que hereda la tradicional bandera del Zar Nicolás II, que desplazó sus coordenadas de poder hacia la tradicional Asia, como consecuencia del estallido revolucionario de 1905 y el temor a la revolución democrática. La lucha de los dos bandos resulta ajena a la democracia y nos devuelve a ciertos rasgos arcaizantes de la I Guerra Mundial.
La amenaza surgida en los últimos conflictos en la zona de Oriente Medio y de Ucrania, y las propias dificultades de Europa por ocupar un papel relevante en el mundo, nos pone ante la evidencia de que el fin de estos tiempos está llegando a su límite. No sólo para España (país que es un claro indicador de las marejadas mundiales) sino para el resto de Europa y, por ende, del mundo entero. Los pueblos de Europa no son conscientes de ello y duermen ante la evidencia de lo que puede ser una salida destructiva masiva de la actual situación. El retorno de los viejos poderes de la política española y la ausencia de una firme posición democrática avanzada, no hace más que confirmar negros presagios. La posición de España niega una autonomía democrática Europea que consolidara las posiciones democráticas en EEUU, Africa y Latinoamérica y respalda las tendencias militaristas en las fronteras entre Oriente y Occidente. Aparece trágicamente en el panorama mundial la seria posibilidad de un desastroso encontronazo entre bloques civilizatorios que pueden poner en peligro la propia subsistencia de la humanidad y la viabilidad de la "inteligencia" en este planeta.
LA INFLEXION DEL NUEVO MUNDO
Los años 70 forman una inflexión de la economía y política de la posguerra, donde los países vencidos de la II guerra mundial, surgen como serios competidores de las dos grandes potencias que habían vencido a las negras fuerzas del eje (Alemania, Italia y Japón). Conscientes de la pérdida del tren industrial y tecnológico, diversas fundaciones norteamericanas encargaron a Piorée y Sabel un estudio de las causas materiales que arrojaban tan extraño balance de la nueva situación. En esos momentos en la Europa Media y Japón se operaban grandes cambios industriales que desagregaban los grandes centros productivos en unidades más especializadas y que agregaban mayor valor añadido a las producciones industriales. Era una respuesta seria a los interrogantes que el propio Federico Engels planteaba en su tercer tomo de "Das Kapital" sobre la conformación de la economía monopolista de Estado y una adecuada respuesta a la deshumanización productiva verticalizada que Gramsci planteara en "Americanismo y Fordismo". Las bases para un nuevo mundo comenzaban a ser posibles, si se tienen en cuenta otros parámetros de orden comunicacional, interactivo, multicultural, de la sociedad del conocimiento, de nuevas fuentes de energía y de los avances científico tecnológicos.
LA EUROPA NACIENTE QUE NO ALUMBRA CAMBIOS
En este contexto las fuerzas democráticas y del progreso han sido incapaces de alumbrar nuevas tesis en un marco europeo. Esa es la causa de la emergencia de las tesis populistas y nacionalistas como remedos inútiles de un contexto que requiere de una adecuada dimensión internacional. De una nueva dimensión social. De una nueva dimensión democrática avanzada. De un nuevo orden regulatorio del capital financiero. De una nueva dimensión del papel de la ciencia, la tecnología y la innovación en un marco público y participativo. Con un claro marco que refleje la necesidad de poner coto a los desmanes de los grandes grupos monopolistas de Oriente y Occidente ejercidos contra la naturaleza y el futuro medioambiental mundial. Sin una Europa democrática este diálogo es imposible. Y no es de extrañar que hasta potencias de futuro como Brasil reclamen un nuevo papel mundial.
Con esos antecedentes Putin se ríe descaradamente de la vieja Europa, ante la ausencia de un claro liderazgo supranacional. El es consciente de que su coalición eurásica y el viejo despotismo asiático que siempre ha guiado los designios de Oriente, son más firmes que una entente inestable de líderes como la alemana Merkel y el lider francés François Hollande. El sabe que el enemigo a batir es el imperio americano y a eso se aprestan. Y esa es la declaración que aparece clara en esa nueva entente que puede poner en jaque la actual humanidad y que nada tiene que ver con los juegos de un terror amortiguado de unos individuos aislados. El drama de los relevos civilizatorios proviene de la incapacidad de alumbrar nuevas situaciones que aborden los cambios necesarios y sinteticen un nuevo estadio. Tal fue la conclusión que el propio Carlos Marx escribió en los Grundrisse durante su exilio en Londres, en uno de los momentos más difíciles de su vida, al tiempo que arreciaba la primera crisis financiera mundial. Esta es la tercera. Es la verdaderamente global y pone en jaque los destinos de la actual humanidad.